
El maestro Antoni Pol es el encargado de presentar el monográfico «Binissalem: 125 años de noticias«. En su artículo recuerda que el diario Ultima Hora, que ahora celebra su 125 aniversario, nació en los tiempos en que la plaga de la filoxera arrasaba los viñedos de Binissalem, y de toda Mallorca, un duro golpe al sector del vino, uno de los pilares de la economía de los pueblos del Raiguer a finales del siglo XIX.
En este recorrido por la historia de Binissalem a través de las noticias publicadas por Ultima Hora, Pol destaca también la recuperación del sector vinícola tras aquella catástrofe bajo el impulso de la bodega José L. Ferrer primero, y en los últimos años, de la mano de la DO Binissalem – Mallorca.
Asimismo, las Festes des Vermar, iniciativa del poeta y escritor binissalemer Llorenç Moyà, han contribuido con el paso de los años a reforzar esta relación ancestral relación de Binissalem con el vino. La pujanza de la vida religiosa en el pueblo, donde un tiempo hubo hasta cuatro comunidades – Monjas de la Caridad, Trinitarias, Carmelitas y Hermanos Agustinos -, de las cuales hoy en día no queda ninguna; las grandes aportaciones a la cultura, como el escritor Llorenç Moyà, el historiador y arqueólogo Gabriel Llabrés y el compositor Baltasar Bibiloni; y al mundo del Deporte, con el portero de fútbol Miquel Àngel Moyà y la jugadora de baloncesto Alba Torrens como máximos exponentes actuales, son otras de las historias que se recogen en este especial «Binissalem: 125 años de noticias«, cuya versión en pdf se puede visualizar aquí. Extra_Binissalem_125_anys_Ultima_Hora
Binissalem, entre el vino y el campanario
¿Por qué, coronada de vid Virgen de Robines, has dejado que las primeras noticias publicadas en Ultima Hora reflejen la leyenda urbana de la afición binissalemera al juego y otros vicios de taberna? ¿Y qué pueblo no sería así, si desde tiempos inmemoriales está rodeado de viñedos e incluso el paladar de los emperadores romanos confirmó la fama de sus caldos?
Ultima Hora nació a la vez que la filoxera mataba las viñas, pero muy pronto la renovación de los “maiols” bastó para que los vinos locales, liderados por las Bodegas J. L. Ferrer, remontasen el prestigio del producto, hoy amparado por la D.O. Binissalem. Por iniciativa de Llorenç Moyà, la “Festa des Vermar” potenció la comercialización, canalizó la alegría y la enriqueció con la solera de las manifestaciones populares.
Otra leyenda urbana es el campanario que, a la vez de servir de brújula, completa con aires de arquitectura normanda la fábrica barroca del templo, corona de los casales binissalemers. De la pujanza de la vida religiosa son un exponente las comunidades de religiosas –Caridad, Trinitarias y Carmelitas– y la masculina de los Hermanos Agustinos. Hoy no queda ninguna, pero la hemeroteca recuerda tanto la vitalidad de las prácticas piadosas como la riqueza artística que atesoraba la parroquia, hasta el punto de que fue saqueada en dos ocasiones. El fervor, sin embargo, a veces apagaba el fuego de las pasiones humanas que, de vez en cuando, se manifestaban en crímenes de celos o venganza personal.
La República dotó al pueblo de una escuela que, arquitectónica y pedagógicamente, mostraba el interés de aquel régimen para la enseñanza. Las últimas décadas, triste paradoja, se han edificado dos colegios que, del mismo modo, son un exponente del escaso interés que el Estado tiene para la educación. También contamos con un IES, del cuerpo profesoral del que esperamos que un día no rechace de darle el nombre del poeta y escritor Llorenç Moyà. Binissalem cuenta con otros personajes culturales y científicos: el historiador y arqueólogo Gabriel Llabrés; el Dr. Jerónimo Nadal, pionero en cirugía oftalmológica; o Baltasar Bibiloni, compositor y paladín de la pedagogía musical. Y deportivamente no dejamos de tener alegrías: Pedro J. Gomila, vieja gloria ciclista, los triunfos del Binissalem CF; el portero de 1ª división Miquel À. Moyà o Alba Torrens, nombre que rotula el polideportivo municipal. ¿Es Binissalem un pueblo con suerte? El Sorteo del Niño repartió 600.000 pesetas en 1950.
Fue una suerte, pero Binissalem tiene otro tipo de suertes: un pueblo con historia, un área legalmente protegida, una particularidad fonética gentil… un pueblo trabajador y divertido.