Cuando se visita Binissalem, se tiene que tener en cuenta que el núcleo histórico queda a cierta distancia de la carretera de Palma a Inca. La aldea que rodea la mencionada carretera, caracterizada por un urbanismo anárquico, puede confundir y disuadir el visitante distraído que crea que el pueblo empieza allí mismo, aunque, de hecho, así sea.
La ubicación geográfica de la villa —cerca de una vía de comunicación importante— fue una de las ventajas para el desarrollo económico y social. El hecho que el centro se encontrara a cierta distancia contribuyó al hecho que la trama urbana se mantuviera intacta durante siglos.
Cuando se parcelaron y establecieron estas tierras, el pueblo creció hacia el sur y al este hasta la carretera. El trazado histórico del pueblo, a partir de la fundación oficial en 1300, se había desarrollado alrededor de los núcleos primitivos más antiguos, anteriores a la Conquista. La población se esparció hacia el sur, así como hacia las tierras que rodeaban dos ejes principales: el que parte de la plaza de la Quartera al camino de Selva y el de Pere Estruch a Robines.
Desde la estación, hay que dirigirse hasta la plaza de la Iglesia, desde dónde es fácil organizar dos recorridos geográficos del entorno.
Desde el interior del pueblo se descubre uno de los conjuntos arquitectónicos más notables de Mallorca, alabado por muchos de los viajeros del siglo XIX, así como por toda una serie de escritores locales y foráneos del siglo XX. A pesar de que el entorno paisajístico del término es excepcional, aquello que sorprende y admira el visitante es la arquitectura en piedra —la conocida piedra de Binissalem.
La Plaça de l’Església y sus alrededores